Las edades del hombre: mitos y realidades

 

Los falsos mitos son peligrosos porque dificultan el cambio y contribuyen a que los mayores sean en realidad unos grandes desconocidos, incluso a veces para ellos mismos.

Incómodos, inútiles, decrépitos, débiles, vulnerables, amargados. Aislados, desfasados, improductivos, egoístas, …

Interesantes, felices, independientes, adinerados, sabios, influyentes …

Hablamos de los mayores. Dos caras de la misma moneda que ninguna es del todo cierta. Estas visiones positivas y negativas representan mitos y prejuicios que convierten a los mayores en perfectos desconocidos, dificultan su buen envejecer y limitan una adecuada integración de la persona mayor en la sociedad.

Pero, ¿Qué tienen de verdad tales afirmaciones? ¿Es posible que nadie note su enorme desfase?

Nuestra sociedad envejece de manera notoria lo que hace de esta etapa la más larga e importante en la vida del hombre. Por encima de la tan venerada época de juventud a la que asociamos con la salud, la belleza, la inquietud, las ganas y la fuerza. Por ello conviene un análisis actual, realista y veraz de lo que supone ir a mayores en nuestros días. Porque es la etapa en la que, si todo nos va bien, más tiempo vamos a quedarnos.

Ampliando la realidad

La imagen de los mayores va cambiando en los últimos años y hoy tales afirmaciones son rebatidas abiertamente. A medida que la vida se alarga debemos modificar también el concepto tradicional de persona mayor. Antes se calificaba como viejos a los mayores de 60 años mientras que actualmente no se considera como tal hasta que no superan los 75 u 80.

Según diferentes estudios más del 75% de las personas consideradas mayores mantienen una buena calidad de vida y están en condiciones de ser productivas y eficaces en muchas competencias.

En un artículo  anterior ya expuse de forma clara cómo los considerados hoy mayores para el ejercicio profesional,- a partir de los 45-50 años, es decir, los baby boomers de los años 60- están en su mejor momento para la vida activa. ¿Alguien diría que Brad Pitt, por ejemplo, es un viejo inservible que hay que llevar al rincón de los trastos porque ha cumplido 50 años? ¿Qué hace entonces Hillary Clinton pretendiendo la presidencia a los Estados Unidos a los 67 años? ¿Qué hubiera pasado si Amancio Ortega hubiera decidido retirarse a los 50 años de edad? ¿Habría creado tantos puestos de trabajo por todo el mundo y contribuido a la expansión de una moda española asequible y bonita?

 Una nueva visión y destruyendo mitos

No podemos homologar a todos los socios del club como un grupo homogéneo. No es cierto que todos los mayores sean enfermos, raros, intransigentes, improductivos o un estorbo para la sociedad. Dichas creencias han supuesto el rechazo social y el aislamiento de los mayores, sobre todo entre la población más joven. Teniendo en cuenta que con suerte todos llegaremos a edades avanzadas, no se entiende esta postura de rechazo y que en muchos casos raya el desprecio. Un inadmisible error generacional, social, económico, y humano.

Es injusto afirmar que son incapaces de comprometerse profesionalmente. No hay  más que mirar a los abuelos que se ocupan de sus nietos, uno de los trabajos que más energía, constancia y atención reclaman. Sin embargo con la misma edad, o incluso más joven que muchos abuelos en ejercicio de voluntariado, es muy difícil lograr ocuparse de nietos ajenos; se elige a candidatos más jóvenes.

¿ Cómo se entiende esto?

Lo mismo sucede con el resto de  la labor de voluntariado ejercido por personas en su edad de jubilación. Entonces sí se puede delegar en ellos esas responsabilidades.  Pero ¿Qué pasa con quienes necesitan seguir ganando dinero para cubrir sus necesidades vitales? O porque les apetece, pueden y valen, y tienen mucho que aportar?  ¿Por qué no se les contrata?

Hay muchas opciones que las empresas tienen que empezar a considerar, madurar y ofrecer. Será un bien para toda la sociedad.

Tampoco es cierto que no puedan aprender nada nuevo o familiarizarse con las nuevas tecnologías. Quienes así concluyeron no debieron de conocer a Steve Jobs, el fundador de Apple, o a Bill Gates, de Microsoft, ambos pertenecientes a esta generación de baby boomers, ni conocer de las nuevas universidades para mayores de 50, el último boom económico que aportan a la sociedad.

¿Que se ponen enfermos con más frecuencia? Estudios recientes (De Miguel (2003) concluyen que cada etapa tiene unas características que le son propias. Y que en todas, incluso en la infancia, se dan enfermedades crónicas o de larga duración, se viven limitaciones físicas y mentales, y se genera esa manida dependencia que tan insistentemente se adjudica como verdad absoluta con preferencia a la población de los mayores.

Las enfermedades no son selectivas ni con la edad, ni con la educación, ni con el poder, o nivel social.

Los motores del cambio

Por tanto basémonos en la realidad que nos rodea HOY y actuemos con inteligencia, justicia, coherencia,  y practicidad. Los falsos mitos son peligrosos porque dificultan el cambio y contribuyen a que los mayores sean en realidad unos grandes desconocidos, incluso a veces para ellos mismos.

Y corresponde a los mayores, en primer lugar, moverse sin complejos y liderar esta cruzada mostrando su auténtica identidad y ejerciéndola abiertamente. Enseñando que no son como se les imagina.

Para mejores resultados deben ser secundados y apoyados por estamentos oficiales con políticas de inclusión, campañas y planes de in-formación desde las escuelas hasta los medios de comunicación que garanticen una continuidad y duración en el tiempo. Solo así se obtendrá el éxito de nuestros propósitos.

 Conclusión

Seamos niños, adultos, mayores, o mayorcísimos, no es la edad lo que define a una persona sino su carácter, estilo de vida, educación, condiciones físicas, o estado emocional. Tampoco una persona es sabia, prudente, influyente, o rica, simplemente por ser mayor. Dejemos de generalizar, y no echemos siete candados a la tumba del Cid.

Cada uno, desde nuestras respectivas responsabilidades, debemos trabajar para erradicar estas percepciones erróneas en pro de una sociedad sin diferencias por cuestiones de edad, en la que el derecho al trabajo, a la propia identidad, a la toma de decisiones, y la dignidad individual, sean sus señas más claras de identidad.

© Josefina Escudero

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