En nuestras relaciones profesionales buscamos convencer y seducir de diversas maneras. Cada vez con más frecuencia, saber llegar a los demás se ha convertido en una estrategia necesaria. En Navidad disponemos de ocasiones extras para intentarlo sin levantar sospechas. Para ello, el regalo se convierte en un gesto de seducción. Fácil a simple vista, la búsqueda del regalo perfecto puede no serlo tanto. Pero, ¿Y qué pasa cuando no es Navidad y tenemos que llegar a esa persona que nos interesa especialmente?
Navidad es uno de los momentos más movidos del año en cuanto a actividad relacional se refiere. Comidas de empresa, llamadas de teléfono, tarjetas de felicitación, viajes para estar con la familia, con quién más nos interesa, o la tradición reclama. Un trasiego humano que pretende volvernos más cercanos, asequibles y felices.
Y qué hacemos para llegar a los demás ? Le regalamos algo. De hecho, no se concibe una navidad sin el regalo que nos calme y nos come las ilusiones.
Regalos personales, de empresa, de compromiso, de dobles intenciones… En cada uno vamos dejando nuestro sello personal. Es momento de envolver los amores, los afectos, los agradecimientos y los intereses que tanto necesitamos que se hagan realidad. El regalo se convierte en un gesto de seducción. Es como una llamada de teléfono muy bien orquestada.
En una reciente investigación sobre la influencia de los regalos en las relaciones personales, los psicólogos norteamericanos Elizabeth Dunn y Michael Norton descubren nuevas ideas y enfoques para dar con el regalo perfecto.Tenerlas en cuenta pueden reducir nuestro estres y aumentar las probabilidades de éxito.
Lo primero que aconsejan es desprendernos de los mitos más frecuentes a la hora de buscar un regalo. Mitos como:
Regalar cosas materiales, tangibles. Tendemos a asociar el hacer un regalo con dar cosas materiales. Desde ropa, un televisor de pantalla plana, joyas, un bolso, todo lo máximo que nuestra capacidad económica pueda abordar. Pero lo cierto es que regalos de consistencia más efímera pueden producir, según estos autores, mucha más satisfacción y alegría.
Por ejemplo el regalar experiencias (un viaje a su ciudad favorita, un concierto determinado, un taller que necesita para su avance personal), puede ser mejor apuesta que dar algo material.
¿Por qué?
Según estos expertos, el regalar experiencias acerca más a los dos protagonistas y ayuda a crear una magnífica marca personal de quién lo hace.
Podemos regalar algo más intangible aún: tiempo. La gran mayoría nos quejamos de lo tedioso que es tener que hacer las labores de la casa o tener que salir con la lengua afuera a ocuparnos de los niños o de nuestros mayores. Pensémoslo bien: ¿Regalamos otra bufanda, o le libramos alguna vez de estas actividades y obligaciones para que se dediquen a sí mismos por un momento? Hay empresas de limpieza, o expertos en la atención a mayores, que ofrecen estos servicios.Tal vez nuestros amigos, familiares o colegas aprecien mucho más que le regalemos algo de lo que realmente carecen: tiempo.
Lo caro siempre es lo mejor. También tendemos a pensar que, cuanto más caro sea, mejor mostramos el interés por esa persona. Por supuesto que es estupendo recibir espléndidos regalos, pero pensar que el más caro es la mejor opción, es ciertamente un error. El regalo que más felices nos hace no es el más caro, sino el que más nos gusta. Y un obsequio simplemente caro puede resultar muy frío.
Una forma segura de acertar es ir tomando notas a lo largo de todo el año para tener pistas, o si esto no ha sido posible, preguntar directamente a la persona qué quiere. Si hay confianza para regalar, también debe haberla para preguntar. Hace años esta práctica estaba demonizada porque mataba el elemento sorpresa. Pero hoy la gente quiere recibir aquello que le interesa realmente.
©Josefina Escudero