Christine Lagarde

 

Cuando el presidente francés Nicolas Sarkozy le pidió a Christine en 2007 que formara parte de su gabinete como ministra de Economía, Industria y Empleo, ella ya era la primera mujer en ocupar el puesto de Presidenta del reconocido bufete internacional Baker & McKenzie. Lagarde es una reputada abogada antimonopolio y laboral; y hoy, como primera Directora General del Fondo Monetario Internacional, es considerada la novena mujer más poderosa del mundo por la revista Forbes. Forma parte de un selecto grupo de mujeres, que incluye a Dilma Rousseff y a Angela Merkel. Su imponente apariencia, carácter sereno y elegante, su personalidad tranquila y encantadora, por no hablar de su piel permanentemente bronceada, en fuerte contraste con su pelo plateado, hacen que parezca perfecta para su papel.

Después de la caída en desgracia y precipitada dimisión de Dominique Strauss-Kahn, por un escándalo sexual en Nueva York, el nombre de Christine inmediatamente empezó a sonar como posible sucesora al frente del FMI. Su agresiva campaña y candidatura convenció a Gran Bretaña, la India, los Estados Unidos, Rusia, China y Alemania, que le brindaron su confianza.

Desde el primer día, Christine Lagarde se enfrentó a asuntos complicados y su estilo directo se hizo evidente desde el comienzo y algunas de sus declaraciones enfurecieron a muchos, especialmente en Grecia. Fue en una entrevista con el periódico británico The Guardian, donde llegó a decir que no sentía ninguna pena ni simpatía por los griegos por las medidas de austeridad que se les venían encima, ya que evadían sistemáticamente el pago de sus impuestos.

También ha dicho que los hombres, cuando se les deja solos, se lo cargan todo. Es una firme defensora de la igualdad de géneros y defiende que las mujeres son incluso mejores que los hombres cuando se trata de tareas de gestión y el sentido común. Por eso pretende contratar muchas más mujeres que hombres para el FMI.

Lagarde es una trabajadora y viajera incansable, con una fuerte y elegante presencia, firme en sus convicciones y obviamente una mujer sin pelos en la lengua. Es una outsider en la política francesa, ya que no estudió en la École Nationale d’Administration, donde se forma a la mayor parte de los funcionarios de alto nivel de Francia. Tampoco destacó nunca, según sus propias palabras, en matemáticas, siendo una directora del FMI que es más abogada que economista. Este hecho, el de no pertenecer a los círculos habituales, quizás le otorgue cierta ventaja y perspectiva.

Christine Madeleine Odette Lallouette es hija de padres profesores. Estudió en una escuela femenina en Maryland, en Estados Unidos; obtuvo su título de Derecho en París y un Master’s en Ciencias Políticas. Trabajó en el Capitolio, como becaria, para el senador William Cohen. Está divorciada y tiene dos hijos. Es vegetariana y nunca bebe, aunque sí que pidió una copa de champán en un aeropuerto, al enterarse que acababa de ser nombrada directora del FMI.

Siendo francesa, hay que hablar de su estilo y elegancia también. A diferencia de Hillary Clinton, que una vez dejó a una entrevistadora, que le había pedido que le dijera cuál era su diseñador favorito, fuera de combate, preguntándole si esa pregunta se la habría hecho a un político hombre, Christine no tiene reparos en decir que siente predilección por marcas como Chanel, Ventilo y Austin Reed.

Lagarde siempre ha destacado en todo lo que se hace. Muchos no saben, por ejemplo, que de adolescente era miembro del equipo nacional francés de natación sincronizada. Son muchos menos los que saben que hacía los coros en un grupo de música ska llamado “Les Messages Mixe” antes de casarse.

Como Directora General de FMI, Christine Lagarde se  ha enfrentado a desafíos enormes, como economías al borde del abismo en Europa. Ahora se enfrenta a un nuevo desafío personal-profesional, su imputación en el caso Tapie. ¿Conseguirá demostrar su inocencencia?

Josefina Escudero

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