¿Dónde están los hombres elegantes?

Sean Penn dijo una vez, de Obama, que se sentía orgulloso de su país, por haber elegido a un hombre elegante como presidente. Lo que quiso decir exactamente no queda muy claro, pero es sugerente y provocador. La belleza, en todas sus formas es una cualidad abstracta, difícil de definir, pero indudablemente uno de los valores que más nos inspiran.

Hoy en día el canon de belleza masculina ha sido influenciado por el glamuroso mundo del cine. A George Clooney se le considera uno de los hombres vivos más elegantes y atractivos. Algo tendrá que ver su parecido a Cary Grant, uno de los galanes más famosos de la época dorada de Hollywood. Las películas hoy juegan el mismo papel que antiguamente los bardos. Y también necesitamos nuestros héroes, tanto como los griegos necesitaban a Odiseo, Apolo o Aquiles.

Mientras que los ejemplos de hombres elegantes y guapos abundan en el cine, no encontramos demasiados en la política. Aunque no hay forma racional de vincular la elegancia y el glamour con un buen gobierno, las apariencias sí que muchas veces juegan un papel importante en nuestras decisiones subconscientes. John F. Kennedy ganó a Richard Nixon en la elecciones de 1960, entre otros motivos porque parecía más relajado, más joven y fresco, en el primer y fundamental debate. También llevaba maquillaje, algo a lo que se negó Nixon y por eso parecía pálido, sudoroso y cansado. La fórmula Jack y Jackie funcionó muy bien fuera de Estados Unidos y también dentro, despertando un sentimiento de orgullo y elemento de refinamiento, en un país que no tiene monarquía.

A los Obama frecuentemente se les compara con los Kennedy. Han traído elegancia y clase a la Casa Blanca, en marcado contraste con el presidente Bush. Clinton era carismático, pero nunca tuvo el estilo que de manera natural Obama sí que tiene.

En Europa, aparte de  la sofisticada directora francesa del FMI, Christine Lagarde, mujer de enorme estilo y la anterior Ministra de Economía y Finanzas española, Elena Salgado, no es fácil encontrar políticos o funcionarios elegantes. Es como si el trabajo del político estuviera reñido con el refinamiento. Obama ha cambiado esto, demostrando que la elegancia física puede ir de la mano con la elegancia de pensamiento y discurso. Es un hombre culto e inteligente, con clase y con una oratoria poderosa, lírica y exquisita.

Obama también tiene a Joe Biden, el hombre a quien eligió como vicepresidente. Si no supiéramos quién es, pensaríamos que el de las fotos es un actor de Hollywood. Tiene la encantadora presencia de Robert Redford y la impecablemente austera y contenida virilidad de Gary Cooper. Biden es un hombre clave en la administración. Obama recurre a él a menudo, porque se atreve a llevarle la contraria. Joe Biden también es un hombre increíblemente elegante, a parte de ser indiscutiblemente atractivo. Es revelador de su coquetería el color del traje elegido para una de sus visitas a Irak, a juego con las botas militares de rigor en estas visitas.

 

Pero no nos engañemos. Detrás de ese interés por el cuidado externo hay mucho más que una muestra narcisista de cada cuál. También hay esfuerzo, superación, disciplina e interés por lo que es conveniente y lo que no. Valores imprescindibles en el mundo competitivo y veloz de hoy.

La pregunta provocadora que planteo es la siguiente: ¿Elegimos a nuestros líderes por lo que transmiten con su imagen física?

Y voy más allá. En un momento como el actual, en el que el hombre se viste de náufrago entre chanclas y bermudas, -no importa la edad que tenga ni a dónde vaya-, ¿puede como profesional estar limitando su éxito al no darle importancia a su imagen exterior?

Dostoyevski dijo una vez: “la belleza salvará al mundo”. Y Antonio Gamoneda dice que «la belleza no es lugar donde van a parar los cobardes». La verdad, la bondad y la belleza, después de todo, eran los grandes principios de la tradición clásica. Quizás esto es lo que nos dejamos fuera de la fórmula y quizás convenga reintroducir. La armonía entre lo que somos y  lo que representamos. A partir de ahí, que vuelvan esos hombres elegantes.

©Josefina Escudero

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *